ROSQUILLAS DE SAN ISIDRO SIN GLUTEN

En un bol ponemos la harina sin gluten, la levadura química o polvos de hornear y el anís en grano, que nos tenemos que asegurar que también es sin gluten. Lo mezclamos todo y lo reservamos.

En otro bol ponemos los huevos. Para la masa usaremos sólo tres de los cuatro huevos que vamos a necesitar. El cuarto lo reservamos para pintar las rosquillas antes de hornear.

Les añadimos el azúcar y batimos, a velocidad media hasta que blanquee la mezcla. Añadimos el aceite suave y el anís y seguimos batiendo. Ahora vamos a ir integrando la harina, poco a poco, y, cuando la hayamos incorporado toda, amasamos durante diez minutos con las varillas de amasar.

Una vez pasado ese tiempo, tenemos una masa bien homogénea, le damos forma de bola con la ayuda de la espátula, porque estará bastante pegajosa y la pondremos a reposar durante unos 30 minutos, tapada con papel film.

Cuando la masa ya ha reposado, nos untamos las manos con aceite y untamos, también la mesada, porque vamos a intentar amasar un poco sin añadir nada de harina o muy poca, para que no queden demasiado secas las rosquillas.

Si está demasiado pegajosa y no se puede manejar bien, espolvoreamos un poco con harina sin gluten, lo justo para poder hacer las rosquillas aunque nos cueste un poco, la tapamos de nuevo y la dejamos reposar diez minutos más.

Vamos a dar forma a las rosquillas. Con las manos bien engrasadas, cogemos porciones de masa de 40 gramos aproximadamente. Les damos forma de bola, las aplastamos ligeramente, y les hacemos un agujero de unos dos centímetros en medio. Yo me ayudo de unos conos metálicos, también untados con aceite, pero puedes hacerlo también con los dedos. Intentamos que el aro de la rosquilla quede lo más uniforme posible y las vamos poniendo en la bandeja de horno con un papel sulfurizado encima.

Ya las tenemos todas. Con estas cantidades salen unas 13 rosquillas. Ahora, con la yema del huevo que habíamos reservado, las pintamos. La clara del huevo la aprovechamos para hacer el glaseado. Las ponemos al horno, que tenemos precalentado a 200º, con calor arriba y abajo, durante 12 ó 14 minutos (según el horno). En cuanto las veas doraditas, ya las puedes sacar y las dejamos enfriar encima de una rejilla.

Cuando estén frías, las bañamos en un almíbar que preparamos con 100 ml de agua y 200 g de azúcar. Cuando empieza a hervir lo dejamos 3 ó 4 minutos, apagamos el fuego y ya las podemos introducir una a una, darles unas vueltas, y volver a poner encima de la rejilla para que se sequen.

Las rosquillas tontas ya estarán hechas. Y a las listas sólo faltará ponerles un glaseado de limón por encima. El glaseado lo preparamos con 250 g de azúcar glass, la clara de huevo y zumo de limón. Hacemos el zumo de medio limón y añadimos, de momento, 1 cucharada y media. Lo mezclamos todo con la varilla manual y si vemos que es necesario, añadimos más zumo de limón, hasta conseguir una masa densa, no demasiado líquida ya que sino nos quedará una capa semitransparente.

Hundimos las rosquillas en el glaseado hasta la mitad y de nuevo las ponemos a secar en la rejilla o, si prefieres que se cueza el huevo, las puedes poner 10 minutos más en el horno.